Los bailarines se mueven en un espacio escenográfico refinado, donde sólo un trono de mesa, como una isla, un altar dedicado a la exploración del deseo. Tres paredes verticales blancas simbolizan el obstáculo que a veces impide o impide la realización del deseo. O el lugar para esconder o revelar el deseo. La coreografía de DESEO explora a través de cada uno de los nueve bailarines, sus interpretaciones personales de sus deseos.
Foto: Andrés Castellanos